viernes, 28 de marzo de 2014

Pablo, el escritor de cartas.

            La incuestionable influencia que Pablo tuvo en las etapas iniciales y posteriores de la historia cristiana procede, en gran parte, del hecho de que escribiera cartas a sus iglesias. Éstas constituyen los documentos cristianos más antiguos que se nos han conservado, y el esfuerzo posterior por unirlas en un único volumen marcó el comienzo del canon neotestamentario. Antes de que hubiera evangelios existían cartas, y la carta continuó siendo uno de los principales géneros utilizados en la actividad literaria de los cristianos a lo largo de todo el período antiguo. De los veintisiete documentos que forman el Nuevo Testamento occidental, veintidós son, en su totalidad o particialmente, cartas [La mayor parte de ellas son claramente clasificadas como cartas; sin embargo, incluso el libro del Apocalipsis, que, atendiendo a su género, es un apocalipsis, contiene siete cartas a las iglesias (caps. 2-3) como parte de su preámbulo.] Algunas de las cartas tardías del Nuevo Testamento o incluso posteriores (siglo II) se escribieron imitando intencionadamente a Pablo. En ocasiones, por tanto, se le consideró como un modelo literario a imitar, aun cuando, ciertamente, no se habría catalogado así. Más bien, adaptó las formas comunes del género epistolar para hacer frente a determinadas situaciones de sus iglesias, y al hacerlo las utilizó para expresar su creativo pensamiento teológico en nuevos contextos sociales y culturales.

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