domingo, 27 de octubre de 2013

Teorías modernas sobre las relaciones entre los sinópticos.

                  Las diferencias y semejanzas entre los sinópticos han llevado a la mayoría de los especialistas del Nuevo Testamento a concluir que también existe una intrincada red de dependencias literarias entre ellos. Esto quiere decir que las semejanzasa entre los sinópticos proceden del hecho de que dos de ellos utilizan al tercero como fuente común; las diferencias proceden de la utilización de otras fuentes diferentes y de su capacidad para entrelazar los relatos conjuntamente de formas diferentes. Los especialistas modernos han propuesto tres teorías principales para explicar estas relaciones.


              La teoría más aceptada es la denominada hipótesis de las dos fuentes (núm 1. cuadro 5.4). Esta teoría asume que Marcos fue el primero de los evangelios del Nuevo Testamento que se pusieron por escrito; concretamente, en algún momento entre el final de la primera revuelta judía y el año 75 d.C. Este evangelio se compuso a partir de una gran variedad de tradiciones orales que se habían transmitido independientemente. En la época de su composición ya se habían traducido al griego. Posteriormente, Mateo y Lucas utilizaron como fuente el evangelio de Marcos, pero independientemente el uno del otro. Este dato ayuda a explicar por qué Mateo y Lucas sitúan los materiales de forma diferente al tiempo que mantienen los mismos episodios básicos. También explica por qué Mateo y Lucas añadieron elementos de un material exclusivamente suyo, al sugerir que cada uno contaba con una línea de tradición oral independiente. En ocasiones, se les denomina las fuentes M y L, respectivamente; éstas incluyen algunos elementos de sus relatos de la infancia, como también otras enseñanzas propias de cada uno.

             Aparte de Marcos, Mateo y Lucas utilizaron también otra segunda fuente común. Esto se refleja en los aproximadamente 250 versículos de un material semejante que se encuentra en Mateo y Lucas, pero que no aparece en Marcos. Casi en su totalidad está formado por enseñanzas de Jesús e incluye pasajes tan famosos como las bienaventuranzas, la oración del Señor y la parábola de la oveja perdida. Puesto que aparecen casi al pie de la letra en griego en los dos evangelios, es posible que la tradición oral de estas enseñanzas ya se hubiera traducido anteriormente del arameo al griego. Esta traducción puede explicar que se transmitiera independientemente como una "fuente de dichos" sobre las enseñanzas de Jesús. No contiene ningún relato de milagro ni tampoco otros aspectos narrativos comunes de la vida de Jesús. Normalmente, los especialistas la denominan Q (de la palabra Quelle, es decir, "fuente") o fuente de los dichos sinópticos. Fechan este material entre los años 50 y 70 d.C [Recientemente, varios especialistas han sugerido que podría haber estratos o niveles más antiguos o posteriores en el material de Q, que se encuentra en Mateo y Lucas, pero esta opinión no es compartida por la mayoría. Quienes la mantienen se refieren al Evangelio de Tomás, un "evangelio de dichos" de carácter apócrifo de finales del siglo I o inicios del II, como prueba literaria de la existencia de Q.]. Sin embargo, no está claro si ya se había puesto por escrito en un orden determinado, puesto que Mateo y Lucas organizan los dichos de modo completamente diferente. La única forma en que se ha conservado es la que hallamos en Mateo y Lucas, y, tal vez, en el Evangelio de Tomás. 

                Comoquiera que fuese, escrita u oral, parece que la tradición Q refleja una fase antigua de la transmisión de la tradición oral en la vida de una comunidad cristiana primitiva (o tal vez de varias comunidades). La hipótesis de las dos fuentes afirma que Mateo y Lucas utilizaron dos fuentes principales más antiguas (Marcos y Q) para componer sus respectivos evangelios. Los dos usaron a Marcos como contenido básico, pero cada uno lo modificó reorganizando el material e insertando el material Q según su perspectiva. En consecuencia, cada uno de los tres sinópticos es considerado como una configuración peculiar de tradiciones orales y escritas. Cada uno es una expresión de la fe cristiana primitiva que intenta conservar la memoria y el mensaje de Jesús tal como se enseñaba en comunidades diferentes a la luz de su propia experiencia y su tradición.
               No todos los especialistas del Nuevo Testamento han aceptado la hipótesis de las dos fuentes, pero constituye una pequeña minoría que apoya las otras dos hipótesis (cuadro 5.4). De todas formas, hemos de tener en cuenta sus objeciones por la relevancia que tienen para conocer el proceso de la composición de los evangelios. Las dos teorías alternativas son escépticas respecto a la existencia de una fuente independiente Q o que hubiera ejercido una influencia tan intensa. Una teoría (núm 2. cuadro 5.4) propone que el primer evangelio escrito fue el de Mateo y que su fuente exclusiva sobre las enseñanzas de Jesús (en ocasiones llamada M) contenía todos los materiales que denominamos Q. Posteriormente, argumenta diciendo que Lucas se basó en Mateo, pero haciendo cambios importantes tanto en el orden como en el contenido. Finalmente, se compuso Marcos como una mezcla de los dos anteriores; en algunas ocasiones sigue a Mateo y en otras a Lucas.

              La tercera (núm. 3 en el cuadro 5.4) puede catalogarse como una teoría de compromiso. Acepta el punto de vista de que Marcos fue el primer evangelio escrito, pero niega la existencia de Q. Explica las relaciones argumentando que Mateo se basó en Marcos y añadió el material llamado Q, y, posteriormente, Lucas reelaboró la obra de Marcos utlizando Mateo como una fuente secundaria, pero solamente para una parte de sus materiales adicionales, que luego modificó libremente. Un buen ejemplo de esta teoría se encuentra en la parábola de la fiesta/banquete de bodas (Mt 22,1-14 [, ];  Lc 14,16-24 []; cf. cuadro 6.4:

            
                     Una dificultad que encontramos en estas dos teorías alternativas la constituyen las diferencias tan evidentes de orden y contenido que existen entre Mateo y Lucas, tal como apreciamos especialmente en sus respectivos relatos de la infancia. Para sostener que Lucas utilizó a Mataeo como fuente directa, las dos teorías tienen que asumir que el autor de Lucas estaba dispuesto a realizar cambios mucho más radicales en los contenidos de los evangeliios, que utilizaba como fuentes, que lo que presupone la hipótesis de las dos fuentes. Por ejemplo, en el caso del rechazo en Nazaret, que hemos comentado anteriormente (véase también cuadro 5.3):

                  Esto implicaría que Lucas habría tenido que desplazar el relato del rechazo desde la posición relativamente posterior en la que se encuentra en Mateo (Mt 13,53-58 [, ], siguiendo inmediatamente a las parábolas (13,1-52 [, , , ,    , ,
, , , ], a una posición radicalmente anterior, al tiempo que colocó las parábolas, los milagros y la misión en una disposición casi idéntica (y con un vocabulario muy parecido) a la de Marcos. Este desplazamiento indica que Lucas tenía que eliminar varias parábolas de Mateo, reordenar los milagros regresando a su forma marcana y borrar un gran bloque del material denominado Q del contexto de la misión para insertarlo en otra parte. En todos los casos, los autores de los evangelios realizan cambios redaccionales en el relato; sin embargo, la hipótesis de las dos fuentes requere un proceso más simple al proponer que Mateo y Lucas, independientemente, realizaron cambios y adiciones en Marcos y la fuente Q.

                  Al fin y al cabo, todas las teorías actuales asumen la existencia de cuatro elementos principales en el desarrollo de la tradición evangélica:

1. Que existió una tradición oral viva e influyente sobre lo que Jesús dijo e hizo y que el relato de la pasión constituía su núcleo más antiguo.

2. Que estas tradiciones orales independientes circularon dentro de las comunidades cristianas y entre ellas, donde recibieron un contexto y un significado en la vida litúrgica.

3. Que la transmisión de estas tradiciones-fuentes, bien de forma oral o escrita, a otras comunidades hizo posible que fueran recontadas y reconfiguradas para encajar en las nuevas necesidades y situaciones.

4. Que el orden, los temas y el contenido de cada uno de los evangelios del Nuevo Testamento reflejan el contexto local de los respectivos autores y comunidades como expresión de su fe en Jesús a la luz de su trasfondo cultural y experiencia social.

                  Con otras palabras, los evangelios, tal y como ahora los tenemos, no son biografías directas o de primera mano sobre Jesús. Ni tampoco responden a nuestras modernas ideas sobre lo que significa escribir histoira. Más bien, constituyen los primeros intentos por contar la historia de Jesús para una determinada audiencia en un contexto o ubicación social particular. Ciertamente, la figura histórica de Jesús se encuentra tras los relatos, pero, no obstante, éstos se han apartado notablemente del personaje histórico.

                Por consiguiente, cada uno de los evangelios nos cuenta la historia de un modo diferente, lo que implica algo más que una simple reorganización de ciertos episodios o una adición de nuevos dichos aquí y allá. El orden diferente y la configuración narrativa de cada evangelio dan nuevos matices semánticos a las enseñanzas, interpretan la cuasa y el efecto de la muerte de Jesús e indagan en los temas de la fe, el discipulado y la comunidad. El cambio en el orden y el vocabulario de los episodios refleja, normalmente, una comprensión peculiar de la vida, las enseñanzas y la muerte de Jesús por parte de cada evangelista, que estaba mucho más interesado en la relevancia teológica comunicada por el relato que en la precisión histórica. Por último, los evangelios son relatos sobre el desarrollo de la fe en Jesús. En consecuencia, sus diferencias son históricamente importantes, pero en un sentido diferente, puesto que nos dicen mucho más sobre el desarrollo del primitivo movimiento de Jesús que sobre el mismo Jesús.

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